martes, 6 de julio de 2010

Bolivia: El Litio - La Maldicion de los Recursos Naturales

Por Guillermo Hirschfeld

Enterarse de que un país gobernado por un proyecto populista podría contar con una fuente de ingresos inagotable, fruto de un recurso natural, es casi tan buena noticia como que nos pongan al corriente de la instalación de un casino en un barrio de ludópatas.

Bolivia está desgraciadamente gobernada por Morales. El proyecto del Evo incorpora los vertidos más contaminantes del populismo latinoamericano: nacionalismo exacerbado, discurso demagógico antiimperialista, indigenismo excluyente y estatismo expropiador. Estadista, lo que se dice estadista, no es… En fin, una joyita el hombre. Por otro lado, Bolivia posee casi la mitad de las reservas mundiales de litio. Este recurso se encuentra fundamentalmente en el Salar de Uyuni, una planicie de más de 10.000 kilómetros cuadrados en el departamento de Potosí.


El litio es importante, Morales no debería serlo. Pero, lamentablemente para el futuro de Bolivia, sus decisiones importan bastante.

Pero, ¿por qué el litio es la vedette del momento?
Tu celular, tu notebook, tu cámara de fotos, tu ipod, los acondicionadores de aire, necesitan litio para que los puedas usar. Los coches del futuro también. El litio es un ingrediente clave para el funcionamiento de los coches híbridos y eléctricos. La importancia de este recurso natural ha iniciado una carrera global para obtener el preciado metal. En los últimos años la demanda internacional de litio ha aumentado considerablemente, y ya se escucha hablar de la “era del litio” como un nuevo paradigma técnico e industrial.

Estamos ingresando en una fase de aumento exponencial de la demanda de este metal, y para muchos esto es solo el comienzo de un fenómeno que no sabemos dónde puede terminar y que parece no tener techo. Otros, en cambio, son más cautos y piensan que hay que esperar y observar diversos factores: comprobar si el paradigma de los autos eléctricos despega, si las estaciones de recarga de baterías de coches se desarrollan y si, en definitiva, a los consumidores les resultará atractivo este tipo de productos que el mercado les puede llegar a ofrecer.

Una frase repetida hasta el cansancio en América latina es “qué pena, con tantos recursos naturales y que siga habiendo tanta pobreza…” Pero los recursos naturales no garantizan prosperidad. Sobran los ejemplos de países que siendo pobres en recursos naturales gozan de una prosperidad envidiable. Porque los verdaderos motores del desarrollo de las naciones son el respeto a la propiedad privada, la seguridad jurídica, la libertad económica, la estabilidad política, la educación y la inversión en capital humano.


Es decir, abundan los regímenes no democráticos que controlan ingentes recursos naturales y que sin embargo se muestran incapaces de mejorar las condiciones de vida de sus pueblos. En estos casos, las rentas del petróleo no redundan en beneficio de la población. Por otro lado subyace un fenómeno económico insoslayable: muchas veces las malas políticas en las exportaciones de hidrocarburos pueden desplazar y menoscabar las exportaciones no petroleras, lo que va en detrimento de la sana competitividad, al mismo tiempo que se vuelve ociosa la economía.

Esta es el llamado “síndrome holandés” o la maldición de los recursos naturales. Se denomina así porque en los años sesenta se descubrieron unos importantes yacimientos de gas en el Mar del Norte. A pesar de ello, las rentas obtenidas terminaron perjudicando la competitividad de las exportaciones no petroleras. Otro ejemplo análogo de este fenómeno en la historia lo podemos encontrar también en la España del siglo XVI con la denominada “revolución de los precios”, el proceso que se desencadenó con la llegada de metales preciosos procedentes de América y que fue una variable que produjo una brutal inflación en el continente europeo.

Todo indica que los tiros de nuestro “líder” cocalero pasarán por ahí. Marx nos advertía que la historia se repetía una vez como tragedia y otra como farsa. La voluntad estatista y de nacionalizar el litio obstaculizando la iniciativa privada y la inversión extranjera, dos elementos imprescindibles para explotar debidamente este recurso, son decisiones desafortunadas que van a terminar perjudicando al pueblo boliviano. La explotación del litio en manos del Estado es intrínsecamente ineficiente, porque al fin y al cabo estamos hablando de socialismo y ya conocemos las fatídicas consecuencias que acarrea esta ideología. El litio es una oportunidad para Bolivia, y lo idóneo es diseñar marcos jurídicos sólidos que permitan a las empresas del sector extractivo que quieran explotar esos recursos cumpliendo la ley, hacerlo. Sin embargo, a pesar de contar con la mitad de la reserva mundial, el país se podría quedar fuera de la carrera. Este error, fruto de la miopía de un cacique que pretende acaparar una riqueza mineral que no le pertenece a él sino a los bolivianos, es un “lujo” que podría costarle muy caro a un país tan pobre como Bolivia.

En definitiva, imaginarse esto es como imaginar que un día uno amanece y se desayuna con que sus ahorros han crecido de forma brutal, porque le ha tocado la lotería, pero la noticia viene acompañada de otra no menor: los ahorros serán derivados a una filial y estarán gestionados por Bernard Madoff recién fugado de la cárcel.

Ojalá que el futuro de Bolivia pase por aprovechar sus riquezas naturales de forma inteligente y se pueda posicionar en los mercados internacionales con este recurso natural. Solo el tiempo nos revelará si el metal cobrará la dimensión y el protagonismo proyectados, si quien toma las decisiones al más alto nivel evita creer que la explotación y exportación del litio es la panacea para solucionar los problemas del país y si tiene la suficiente sagacidad para comprender las verdaderas oportunidades que ofrece a un país contar con este recurso.

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